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Francisco Montaner, Claudia Falcone, Claudio de Hacha,
Maria Clara
Ciochini, Daniel Racero,Horario Ungaro, Pablo Diaz.
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El 16 de septiembre de
1976 se produce uno de los tantos hechos de captura con futura tortura y
desaparición, léase muerte o asesinato, llevados a cabo por el último gobierno
de facto de la Argentina, el más sangriento y cruel de la historia del país, con
diez mil desaparecidos en su haber, y una economía destruida basada en la
desigualdad y los compromisos con el FMI, el Banco Mundial y Estados Unidos. Varios
estudiantes, de entre 16 y 18 años de edad, en su mayoría de la Escuela Normal Nro3 de La Plata, son capturados tras participar en una campaña por el medio boleto
estudiantil, y por formar parte de la UES, Unión de Estudiantes Secundarios,
con ideología peronista, y en parte socialista, y con cercanías con el grupo
guerrillero Montoneros. Este hecho es recordado, y se ha convertido en una de
las principales banderas de lucha, sobre todo del ámbito estudiantil y docente,
como "La noche de los lápices".
El operativo fue
realizado por el Batallón 601, perteneciente al servicio de inteligencia del
ejército y la policía de la provincia de Buenos Aires, dirigida por el general
Ramón Camps, el mismo que calificó al reclamo y a la organización estudiantil
como "accionar subversivo en las escuelas". El 16 de septiembre
fueron secuestrados: Francisco
Montaner, Claudia Falcone, Claudio de Hacha, Maria Clara Ciochini, Daniel
Racero y Horario Ungaro; El 17, Patricia Miranda y Elmice Moler; el 21 Pablo Díaz;
y anteriormente, el 8 del mismo mes, fue apresado Gustavo Calotti, que se lo
considera en el mismo grupo ya que varios de los secuestrados eran su ex
compañeros de secundaria, y porque pasó con ellos los meses en prisión. Sólo Moler,
Miranda, Díaz y Calotti fueron liberados tras varios meses de presión clandestina
y tortura; y el resto de los cuerpos de sus compañeros aun se encuentran
desaparecidos.
Unos de los objetivos
del gobierno militar era neutralizar a la juventud, que se había vuelto "rebelde
y contestataria", y exterminar a las ideologías subversivas para ganar una
porción de "nuevos jóvenes" para su proyecto conservador. Para dichos
objetivos se utilizaban todos los métodos posibles, que podían ser desde la
censura, represión, intervención de escuelas, universidades, sindicatos,
fabricas, hasta la prisión, tortura, desaparición y muerte. Pero el problema se
encontraba que luego de hechos como el Cordobazo, y la agitada vida social de
los años de la vuelta del general Perón, los estudiantes universitarios, y los
jóvenes obreros, eran en su mayoría "irrecuperables", y "había
que combatirlos". Ser joven era sinónimo de peligroso.
El caso no es el único
que tuvo como víctimas a menores de edad, el número ronda a los 250 jóvenes
desaparecidos, aunque no todos eran estudiantes, ya que muchos habían abandonado
la escuela para trabajar. Pero tomó notoriedad con el regreso de la democracia,
con las luchas de diversas organizaciones por la memoria, la verdad y la
justicia, y sobre todo, porque unos de los diez chicos, Pablo Díaz, fue
liberado después de meses en la cárcel, y participó con su testimonio en el
Juicio a las Juntas en 1985.


Actualmente gracias a la derogación de las leyes de "Obediencia de vida" y "Punto final", y al avance de los juicios por los crímenes del terrorismo de estado, Emilce Moler resalta que, "los principales represores de este episodio están presos". Aunque Ramón Camps, quien fue el jefe de la Policía de la provincia de Buenos Aires, murió en 1994, indultado por el ex presidente Carlos Menem, por otro lado, por ejemplo, Miguel Wolk, conocido como "El Nazi", quien fuera jefe del Pozo de Banfield, fue sentenciado a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad. Pablo Díaz remarca que hoy "la sociedad ya ha generado una barrera del nunca más", porque los represores "ya tienen una condena social".
Hoy, los lápices siguen escribiendo. Estudiantes secundarios y universitarios de todo el país han recuperado aquella tradición de lucha y de protesta, por los derechos a una educación pública, por un mayor presupuesto, por reformas en los planes de estudio, por memoria, verdad y justicia. Hoy estos sectores se encuentran en un doble desafío, que es la de reconstruir la memoria de lucha del pueblo argentino, y la de organizarse para enfrentar el presente por un futuro mejor. Hoy la palabra "política" vuelva a las calles, la palabra "ideología" la acompaña. La fecha de "La noche de los lápices" permite condenar al terrorismo de estado, pero a su vez, recordar, y seguir como ejemplo, la vida de aquellos jóvenes que lucharon por un futuro mejor. Hay que recordar aquellos años, para reivindicar la política como herramienta de cambio social.
Realizado por Nicolás Farina
Fuentes:
Hoy, los lápices siguen escribiendo. Estudiantes secundarios y universitarios de todo el país han recuperado aquella tradición de lucha y de protesta, por los derechos a una educación pública, por un mayor presupuesto, por reformas en los planes de estudio, por memoria, verdad y justicia. Hoy estos sectores se encuentran en un doble desafío, que es la de reconstruir la memoria de lucha del pueblo argentino, y la de organizarse para enfrentar el presente por un futuro mejor. Hoy la palabra "política" vuelva a las calles, la palabra "ideología" la acompaña. La fecha de "La noche de los lápices" permite condenar al terrorismo de estado, pero a su vez, recordar, y seguir como ejemplo, la vida de aquellos jóvenes que lucharon por un futuro mejor. Hay que recordar aquellos años, para reivindicar la política como herramienta de cambio social.
Realizado por Nicolás Farina
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