miércoles, 27 de noviembre de 2013

La noche de los lápices

Francisco Montaner, Claudia Falcone, Claudio de Hacha,
Maria Clara Ciochini, Daniel Racero,Horario Ungaro, Pablo Diaz.
            El 16 de septiembre de 1976 se produce uno de los tantos hechos de captura con futura tortura y desaparición, léase muerte o asesinato, llevados a cabo por el último gobierno de facto de la Argentina, el más sangriento y cruel de la historia del país, con diez mil desaparecidos en su haber, y una economía destruida basada en la desigualdad y los compromisos con el FMI, el Banco Mundial y Estados Unidos. Varios estudiantes, de entre 16 y 18 años de edad, en su mayoría de la Escuela Normal Nro3 de La Plata, son capturados tras participar en una campaña por el medio boleto estudiantil, y por formar parte de la UES, Unión de Estudiantes Secundarios, con ideología peronista, y en parte socialista, y con cercanías con el grupo guerrillero Montoneros. Este hecho es recordado, y se ha convertido en una de las principales banderas de lucha, sobre todo del ámbito estudiantil y docente, como "La noche de los lápices".

            El operativo fue realizado por el Batallón 601, perteneciente al servicio de inteligencia del ejército y la policía de la provincia de Buenos Aires, dirigida por el general Ramón Camps, el mismo que calificó al reclamo y a la organización estudiantil como "accionar subversivo en las escuelas". El 16 de septiembre fueron secuestrados: Francisco Montaner, Claudia Falcone, Claudio de Hacha, Maria Clara Ciochini, Daniel Racero y Horario Ungaro; El 17, Patricia Miranda y Elmice Moler; el 21 Pablo Díaz; y anteriormente, el 8 del mismo mes, fue apresado Gustavo Calotti, que se lo considera en el mismo grupo ya que varios de los secuestrados eran su ex compañeros de secundaria, y porque pasó con ellos los meses en prisión. Sólo Moler, Miranda, Díaz y Calotti fueron liberados tras varios meses de presión clandestina y tortura; y el resto de los cuerpos de sus compañeros aun se encuentran desaparecidos.
            Unos de los objetivos del gobierno militar era neutralizar a la juventud, que se había vuelto "rebelde y contestataria", y exterminar a las ideologías subversivas para ganar una porción de "nuevos jóvenes" para su proyecto conservador. Para dichos objetivos se utilizaban todos los métodos posibles, que podían ser desde la censura, represión, intervención de escuelas, universidades, sindicatos, fabricas, hasta la prisión, tortura, desaparición y muerte. Pero el problema se encontraba que luego de hechos como el Cordobazo, y la agitada vida social de los años de la vuelta del general Perón, los estudiantes universitarios, y los jóvenes obreros, eran en su mayoría "irrecuperables", y "había que combatirlos". Ser joven era sinónimo de peligroso.
            El caso no es el único que tuvo como víctimas a menores de edad, el número ronda a los 250 jóvenes desaparecidos, aunque no todos eran estudiantes, ya que muchos habían abandonado la escuela para trabajar. Pero tomó notoriedad con el regreso de la democracia, con las luchas de diversas organizaciones por la memoria, la verdad y la justicia, y sobre todo, porque unos de los diez chicos, Pablo Díaz, fue liberado después de meses en la cárcel, y participó con su testimonio en el Juicio a las Juntas en 1985.
            Un año después del testimonio, la historia logró ganar lugar en la opinión pública, en los medios, y sobre todo, hacer memoria y denunciar lo sucedido en la última dictadura militar por el libro escrito por los periodistas Héctor Ruiz Núnez y María Seone, y principalmente, por la película basado en éste, dirigida por Héctor Olivera, denominada "La noche de los lápices". Pablo Díaz cree, que el boleto estudiantil secundario, que se había conseguido en septiembre de 1975, y luego suspendido en agosto de 1976, tuvo la intención de detectar, a través de un trabajo inteligencia, quienes eran los lideres en cada escuela. En relación con el nombre popular del hecho, Díaz, menciona que vio un documento de la Jefatura de Policía de la provincia de Buenos Aires firmado por el comisario Fernández, que hablaba sobre ese día, titulado "La noche de los lápices". Aunque otro de los sobrevivientes, Emilce Moler, afirma, que no cree que lo sucedido en 1975, en el reclamo que realizó la UES ante el Ministerio de Obras Públicas en La Plata por el otorgamiento del medio boleto, haya sido una consecuencia directa del episodio del 16 de septiembre. Se critica que la representación cinematográfica evita mencionar un dato central de la historia, la militancia política de la mayoría de los jóvenes. La película de alguna manera los describe como "apolíticos". Gustavo Calotti resalta que el siempre dice que: "no hubo una noche, sino muchas, y que no fueron seis los desaparecidos sino muchos más. Y que también sobrevivimos muchos otros. La versión de la película es un recorte en el que el símbolo vació al contenido. Empecé a militar a los 14 años, el año que mataron a los 22 guerrilleros en Trelew y que volvió Perón. Nosotros éramos producto de ese proceso: militantes populares, no del boleto estudiantil, queríamos hacer la revolución. En el relato "oficial" ni siquiera están los que dirigieron la luchas por el boleto." Díaz, contesta hoy con algún enojo cuando se le insinúa "arbitrariedad" en el recorte de su relato, "el operativo de La Noche de los Lápices fue un secuestro planeado y sistemático de estudiantes secundarios, relacionados con un hecho justificado para ellos: anular una potencial resistencia al proyecto adulto o político a implementar".  Por otro lado, Díaz, recuerda que el día que lo iban a liberar, los chicos le gritaban que no los olvide, y el plantea que responde por su juramente "que está basado en los últimos minutos de convivencia. Ellos me gritaban que no los olvide y que los recuerde siempre. Como sobreviviente respondo a eso." Dice que se convirtió en el difusor de aquella trágica jornada porque fue y es un mandato. "La Noche de los Lápices será la historia de todos los sobrevivientes secundarios reprimidos en la dictadura, será la historia de todos los estudiantes secundarios reprimidos hoy, será la historia que querrán que sea los secundarios de mañana. Pero también hay una historia que no podrá ser contada por ellos, los noventa días de soledad, de amor, de compañerismo de despedida y de muerte. Sólo de ahí, y de ningún lado más, yo soy el sobreviviente", concluye Díaz.
            Los estudiantes secuestrados, habrían estado en diversos centros de detención clandestina; Arana, Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes, Jefatura de Policía de la Provincia de Buenos Aires, las Comisaría 5ta, 8va, 9na, la 3ra de Valentín Alsina, en Lanús, y en el Polígono de Tiro de La Jefatura de la Provincia de Buenos Aires. Este recorrido era conocido como el "circuito camps". En sus lugares fueron torturados con picanas, se les arrancaban las uñas, golpeados, torturados psicológicamente, las mujeres violadas y manoseadas; con la intención de tratar de sacarles información sobre los grupos políticos a los que pertenecían y sobre el movimiento de protesta. Los jóvenes ni compartían las mismas celdas, solían estar solamente con la ropa interior, los ojos vendados,  manos atadas, en piezas de 2 x 2 en pésimas condiciones. Se los alimentaban con pan y agua únicamente. De manera, que una de las formas que comentó Díaz que utilizaban para pasar el día a día, era cantando los temas "Rasguña las piedras" y "Canción para mi muerte" de Sui Generis. Los padres, por su parte, intentaban, a través de contactos, hablar con oficiales del Ejército, y funcionarios del Estado, cuestión que la mayoría de las veces no sucedía, pero cuando sí, en general, los detenidos eran trasladados, como fue el caso de Díaz, al Poder Ejecutivo Nacional (PEN) que significaba pasar de ser un detenido clandestino a uno legal.
            Actualmente gracias a la derogación de las leyes de "Obediencia de vida" y "Punto final", y al avance de los juicios por los crímenes del terrorismo de estado, Emilce Moler resalta que, "los principales represores de este episodio están presos". Aunque Ramón Camps, quien fue el jefe de la Policía de la provincia de Buenos Aires, murió en 1994, indultado por el ex presidente Carlos Menem, por otro lado, por ejemplo, Miguel Wolk, conocido como "El Nazi", quien fuera jefe del Pozo de Banfield, fue sentenciado a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad. Pablo Díaz remarca que hoy "la sociedad ya ha generado una barrera del nunca más", porque los represores "ya tienen una condena social".
            Hoy, los lápices siguen escribiendo. Estudiantes secundarios y universitarios de todo el país han recuperado aquella tradición de lucha y de protesta, por los derechos a una educación pública, por un mayor presupuesto, por reformas en los planes de estudio, por memoria, verdad y justicia. Hoy estos sectores se encuentran en un doble desafío, que es la de reconstruir la memoria de lucha del pueblo argentino, y la de organizarse para enfrentar el presente por un futuro mejor. Hoy la palabra "política" vuelva a las calles, la palabra "ideología" la acompaña. La fecha de "La noche de los lápices" permite condenar al terrorismo de estado, pero a su vez, recordar, y seguir como ejemplo, la vida de aquellos jóvenes que lucharon por un futuro mejor. Hay que recordar aquellos años, para reivindicar la política como herramienta de cambio social.

Realizado por Nicolás Farina

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